San Babilés
Patrón de Boadilla del Monte

Según algunas leyendas, San Babilés fue obispo de Pamplona en la desgraciada época en que aquella capital del reino de Navarra cayó en poder de los moros. El ilustre Prelado, al ver la destrucción de su iglesia y el furor con que la morisma perseguía a todos los sacerdotes y de haber predicho la ruina de España por los pecados de los hombres, decidió retirarse a Toledo donde sabia que los moros permitían a los cristianos mozárabes el ejercicio y la práctica libre de la religión, como contrapartida a los elevados tributos que les imponían.

San Babilés vivió tiempo en la Ciudad Imperial, desde donde se trasladó a la villa de Odón (actual Villaviciosa de Odón) con dos hermanos que le acompañaban. Allí eligió como residencia una ermita poco distante del pueblo (actual Boadilla del Monte), para entregarse de lleno a los rigores de una penitencia sin limites, en la que la oración le ocupaba días y noches enteras.

Debido a su gran cultura, su vida y carácter de ermitaño se conoció al poco tiempo por toda la comarca y las gentes, atraídas por su eminente virtud, acudían a visitarlo para pedirle consejos y bendiciones.

Tales hechos, al propagarse más ampliamente, incitaron a muchos vecinos cristiano-mozárabes a enviar a sus hijos a la ermita para que San Babilés les instruyera tanto en los rudimentos literarios como en la doctrina cristiana.

Los almorávides, conocedores de estas enseñanzas, reaccionaron violentamente y se presentaron en la ermita dando muerte a San Babilés, a sus dos hermanos y a ochenta niños cristianos que, en aquellos momentos, se encontraban con el Santo. Tal masacre ocurrió el 30 de octubre del año 815, y en esa fecha, desde ese año, se tributa a San Babilés el culto debido a un mártir, mediante una peregrinación al lugar a través del cerro, llamado de la ermita.

Baltasar Carlos, hijo de Felipe IV e Isabel de Borbón, su temprana muerte le malogró como un gran rey de España que pudo ser por sus dotes y sus decisiones.

San Babilés se convirtió en el patrón de los niños enfermos. A su ermita acudían gentes, de muchos lugares, buscando la curación. Figura en las relaciones de Felipe II, que se venía desde Los Carabancheles.

La ermita y su Santo, debieron de tener fama de milagrosos más allá del entorno inmediato, pues en 1643 el infante Baltasar Carlos, hijo de Felipe IV y a sus 14 años se hallaba aquejado de gran debilidad y grandes fiebres. Su muerte se produjo dos años después, tras la cual, se supo que la causa de las fiebres fueron ciertas relaciones que mantuvo el infante con cierta meretriz, agravadas por las sangrías que le aplicaron los médicos. Pedro de Aragón, ayo del infante y conocedor de sus correrías, fue desterrado por no haber rebelado a los médicos la causa de su mal.

Como consecuencia de la visita del infante, el santuario se vio dotado de nuevos de ingresos a cargo del erario real.

La hermandad de San Babilés es una cofradía del siglo XV que aún persiste en Boadilla del Monte.


La existencia de nuestro san Babilés ha sido puesta en entredicho por algunos expertos, para los cuales solo ha existido con esté nombre el san Babilés de Antioquía (siglo III), que murió a manos del emperador romano Decio.


Conforme a la tradición, en el lugar de los hechos se levantó una ermita que, con el paso de los siglos, se fue desmoronando. Sin embargo la cripta, en la que supuestamente se encontraba el cuerpo del santo y de los niños, se mantuvo visible hasta la Guerra Civil. La arqueóloga Miriam Fonseca afirma que algunos vecinos octogenarios de Boadilla recuerdan haber visto la cripta durante su infancia. Rememoran una gran cúpula subterránea, con escaleras, y muchos nichos.

A mediados de los años 80, una excavadora que trabajaba en el lugar de la antigua ermita, se encontró con unas grandes piedras y un hundimiento del suelo. Se encontró entonces un gran hoyo con el esqueleto de un niño, según Fonseca. Los huesos fueron entregados al entonces párroco de Boadilla, que perdió el osario poco después.

La Consejería de Cultura realizó a principios de 1997 una peritación de la zona, como paso previó y obligatorio para que la Comunidad de Madrid autorice el trazado de la M50 por el lugar. Encontrando diversos vasos, cuencos, cerámica y monedas de la época visigótica y moderna (siglos XVI al XIX). Los expertos de cultura están convencidos de que en la zona se haya un cementerio de la época visigoda. Con todo ello se ha modificado el trazado de la M-50 para que no pase por la zona y la Consejería de Cultura a anunciado que continuará con los trabajos de desenterramiento y peritaje.


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